Caricias entre kilts by Ángeles Valero & Zahara C. Ordoñez

Caricias entre kilts by Ángeles Valero & Zahara C. Ordoñez

autor:Ángeles Valero & Zahara C. Ordoñez [Valero, Ángeles & C. Ordoñez, Zahara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-08-10T00:00:00+00:00


Capítulo 9

Aylin

Dulce, cálido, pasional, así había sido el primer beso con Kenneth, y solo podía desear más. Cuando sentí que su cuerpo se alejaba lo impedí abrazándolo. Las ganas de ir despacio se desvanecieron por completo después de ese beso. Quería más de él, no tenía ninguna duda.

Tiré despacio de su labio inferior, retrocediendo un poco; él gruñó y yo sonreí, dando así por finalizado el beso. Con la voz ronca dijo:

—Tienes razón, estos pasteles de mora son los mejores. A ver que vuelva a probar.

Y sus labios volvieron a adueñarse de los míos, con una ferocidad desconocida hasta ahora.

Me moví despacio, buscando su cuello y mordiendo sin fuerza su lóbulo. Esta vez el gemido fue más intenso y apreciable. Acaricié con las uñas su mandíbula, una fina barba empezaba a notarse, señal de que esa mañana no había podido afeitarse; me gustaba sentir su roce en mis mejillas. Jugué con mi nariz despacio, rozándola con su pómulo y volviendo a buscar sus labios.

Besos cortos con los labios cerrados, largos y pasionales mientras nuestras lenguas se buscaban. Con mordiscos al final. Interrumpidos por un gemido, por una palabra a media voz. Esa mañana nos dimos todos los besos que no nos habíamos dado esos días, y alguno más.

Estar entre los brazos de Kenneth me aportaba una seguridad que pocas veces había sentido. El hecho de que sus caricias fueran controladas y no pasaran de ciertas zonas. Su delicadeza. Cómo se tomaba su tiempo para acariciar con ternura una mejilla o cogía mi rostro entre sus manos antes de volver a besarme.

Todos esos gestos sumados hicieron que pasara la semana más dulce y pasional de mi vida. Ni siquiera los retrasos en algunos patrones provocados por algunas acciones de Scott perturbaron esa paz en la que me encontraba cuando veía a Kenneth esperando en la puerta y juntos nos íbamos a pasear para terminar cenando en la taberna entre gestos de complicidad.

Los atardeceres paseando por la playa que unía el pueblo con el castillo nunca fueron tan perfectos.

El viernes por la noche habíamos estado cenando con Olivia y Logan, el cual había aprovechado la contratación de una camarera para la temporada de verano y se había tomado la noche libre. Mientras mi amiga nos contaba la última de sus anécdotas provocada por una oca malcarada y su última conquista, nosotros no habíamos dejado de hacer manitas bajo la mesa.

Sintiéndome como una adolescente con su primer chico nos despedimos temprano y salimos. Kenneth me acompañaba a casa, como todas las noches, cogidos de la mano hasta la valla. Una vez allí me miró profundamente a los ojos y yo esperé impaciente mi ansiado beso. Si algo había aprendido en ese tiempo era que esperar a que él lo hiciera era mucho más placentero. Nunca sabía qué beso me iba a dar primero, podía tratarse de un beso rápido, uno pasional e intenso o juguetón y tentador. Cualquiera de ellos podría ser el inicio a todos los que vendrían después.

Nunca he sido una persona que demostrara mucho amor a mis parejas en público.



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